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Foto del escritorLarry Montenegro Baena

Benny Wenda: un corazón que palpita en el ostracismo.




Una lluviosa noche de abril, unos militares indonesios se duermen luego de embriagarse con unas botellas de ron y fermento de arak. La lluvia estremece el corroído techo, su torturador se recuesta en un mohoso sillón frente a una nauseabunda celda atestada de mosquitos, y en un oscuro ángulo de la prisión, se vislumbra tenue una silueta inmutable y sigilosa frente al mechero de una vela. Es Benny Wenda preparando su fuga.


Es el año 2002, Wenda logra escapar casi desnudo entre la selva bajo la inclemente intemperie que azota habitualmente a las islas del Pacífico. Huye hacia la frontera con Papúa Nueva Guinea Oriental, actual país independiente bajo soberanía de la Commonwealth (Mancomunidad de Naciones), donde se refugia y pide asilo político al Reino Unido. Desde entonces se convierte en un mártir exiliado de la lucha por la liberación de una de las islas más representativas del intrincado archipiélago melanesio: Papúa Occidental.


Este excéntrico corredor de islas paradisíacas sirvió de laboratorio para acentuar los discursos colonialistas de Occidente hace ya casi un siglo, cuyos autores eran hombres de ciencia, blancos, modernos y conservadores. La antropología clásica le debe mucho a las milenarias tribus de estos antiguos territorios insulares. Es probable, y no temo equivocarme, que ninguno de aquellos aventurados etnógrafos y antropólogos presagió los designios anticoloniales que actualmente entrañan estos pueblos isleños, situados en gran parte del océano pacífico.


La tierra natal de Benny Wenda: Papúa occidental tiene una población de aproximadamente 2.7 millones de habitantes, de las cuales más del 70% son nativos originarios descendientes de los primeros humanos modernos que arribaron a Australia y a las innumerables islas del Estrecho de Torres hace más de 50,000 años.


Aunque existe una pujante población de origen asiático-austronesio, producto de la colonización indonesia que, desde fines de la década de los sesenta, bajo la consigna del “Go East”, diferentes gobiernos indonesios promueven el colonato indonesio por medio de masivos programas de transmigración, con la finalidad de purgar a la población nativa melanesia y así favorecer el acaparamiento de tierras y explotación de sus recursos naturales.


Entre un vasto crisol de lenguas, ritos, danzas, conocimientos ecológicos y sistemas de parentesco, encontramos a los Amungme, Komoro, las etnias con mayor número. También los Asmat, Bauzi, Korowai, Kombai, Mée, Dani, Sentani, Sempan, Mimika, Yali, entre otros grupos dispersos a lo ancho y largo de Papúa occidental.


Casi todos estos grupos tribales comparten lenguas emparentadas y tienen un pasado común con los nativos de Papúa Nueva Guinea, es decir, con la Papúa oriental ubicada al otro lado de esta inmensa isla, cuya frontera es una línea imaginaria administrativamente impuesta. También tienen rasgos culturales, simbólicos, epistémicos y milenarias conexiones comerciales, intercambios ceremoniales como el Kula y vínculos biológicos con los aborígenes de los atolones y numerosos archipiélagos, tales como las islas Fiji, Vanuatu, Massim y Salomón. También con los nativos de las inmortalizadas islas Trobriand y los aborígenes australianos al sur del Estrecho de Torres, por lo que su antigua ontología cultural pertenece a la inmanencia Melanesia y no a Indonesia.


Por esa razón la estrella del alba (Morning Star) le es inherente a buena parte de estas tribus melanesias en casi toda Oceanía, ya que los arraiga el atávico recorrido de sus ancestros de cuando estos salieron de África hace 65,000 años y colonizaron este continente insular hacía más de 50,000 años, guiados por la estrella del alba o el planeta venus, conocida en distintos territorios insulares con variadas denominaciones míticas.


Las llamadas “líneas de canciones” son cantos y ritos ceremoniales que se remontan a miles de años atrás, que durante muchos milenios fueron mapas míticos de la memoria oral, transmitidos de generación en generación por diferentes tribus, en homenaje a la estrella de la mañana, misma que se encuentra en la bandera de la República de Papúa Occidental.


Para la tribu Yolngu, del noroeste de Australia, la estrella de la mañana es el espíritu Barnumbirr quien, mediante cantos, le indicó a sus ancestros el camino hacia estos parajes australes. El ritual ceremonial escenificado por el chamán Gali Yalkarriwuy, en la danza de la estrella de la mañana, ejemplifica bien este épico viaje de los antepasados comunes de Australia y del Estrecho de Torres.


Antecedentes históricos: Durante el gobierno del presidente John F. Kennedy en Estados Unidos y el gobierno del presidente Achmed Sukarno en Indonesia, ambos ejercieron una serie de presiones diplomáticas a través del “Acuerdo de New York” para que los Países Bajos –últimos colonizadores de Nueva Guinea Neerlandesa o Nueva Guinea Occidental- cediera la administración de la parte occidental mediante la Resolución 1752 (XVII) con la mampara de un organismo nombrado deliberadamente con el eufemismo de UNTEA, que declara a la región occidental como territorio en litigio, bajo aparente supervisión administrativa de la ONU entre el mes de octubre de 1962 a mayo de 1963.


En lugar de considerar a Papúa occidental como un territorio no autónomo con base en el capítulo XI de la Carta de las Naciones Unidas, relativa a “Territorios no autónomos”, donde establece que los intereses y aspiraciones de los ocupantes autóctonos son primordiales, lo que quiere decir que la Asamblea General, mediante organismos competentes como el Comité de Descolonización (C-24) o la UNPO, tienen la responsabilidad de acompañar su proceso de descolonización, hasta que alcance plenamente su respectiva autodeterminación, tal como se ha venido haciendo, a pesar de los fracasos, con el Sahara occidental por medio de la MINURSO.




Sin embargo, por conducto de tecnicismos legales y querellas geoestratégicas, la región pasó a formar parte del control soberano de Indonesia en mayo de 1963, bajo el supuesto de que en 1969 se celebraría un referéndum en el cual los papuanos participarán en una elección libre, en el que ellos decidirán si seguir bajo el dominio de Indonesia o apostar a la independencia.


No obstante, el referéndum fue manipulado por el sucesivo gobierno de Haji Suharto, lo que provocó que miles de miles de papuanos no pudieran votar.


El fraude infligido en el Acta de Libre Elección, celebrado en agosto de 1969, anunció el sometimiento militar, los encarcelamientos, desapariciones, intento de genocidio y el cierre de toda posibilidad de autodeterminación para Papúa Occidental.


Lo curioso es que la Asamblea General de la ONU, mediante la Resolución 2504, aceptó sin chistar el resultado de este referendo, sin cuestionar los métodos draconianos y represivos de su aplicación.


Entre 1963 a 1967, el dictador indonesio Achmed Sukarno, ejerció un nacionalismo indonesio amparado en la Pancasila, filosofía e ideología que pretende unificar la diversidad cultural, lingüística, étnica y religiosa bajo una sola identidad nacional para consolidar al emergente Estado indonesio, constituido como república desde 1945.


En 1967 Achmed Sukarno es sustituido por otro dictador aliado a los Estados Unidos: Haji Suharto, quien sustituyó el intento de economía planificada de su predecesor, por una economía liberal, reformando la administración pública de Indonesia con una política neoliberal con la que, para desgracia de los papuanos, se amparó para ceder cientos de concesiones de explotación de vastos recursos naturales, en menoscabo de sus derechos.

Pero entre esos bandazos ideológicos, políticos y económicos, continuó la filosofía Pancasila impulsada por Achmed Sukarno, doctrina con la que casi se esfuman todos los sueños de autodeterminación de los indígenas papuanos, que no tenían (ni tienen) nada que ver con la historia, cultura y lengua Indonesia.


La ecuación del fraude del referendo, la política neoliberal, el colonialismo indonesio y el expolio sistemático que sufren los papuanos, ahora cuadra con los planes extractivistas de las multinacionales mineras, agrícolas y madereras, tales como Freeport-McMoran Copper & Gold Inc. (Estados Unidos), BP British Petroleum (Reino Unido) y Rio Tinto-Zinc Corporation (Australia), así como corporaciones asiáticas como Noble Group, LG Corp, Posco International y conglomerados indonesios como Grupo Korindo, Austindo Nusantara Jaya o Kayu Lapis Indonesia.


Benny Wenda:


Benny Wenda es un líder tribal de una de las etnias mayoritarias de Papúa Occidental. Su lucha está articulada con diversas organizaciones civiles de Papúa Occidental y Papúa Nueva Guinea (Oriental). Hoy es un activista independentista reconocido que, gracias a la solidaridad de las redes transnacionales que simpatizan con su causa, ha logrado un importante apoyo internacional a favor de la liberación de Papúa Occidental.


Es presidente del United Liberation Movement for Western Papua (ULMWP) y fundador de la Free West Papua Campaign.


Su crimen: Exigir el retiro de la ocupación militar, suprimir el dominio colonial que ejerce Indonesia sobre Papúa Occidental y la liberación de todos los presos de conciencia y presos políticos papuanos. La indemnización por todos los crímenes de lesa humanidad que ha cometido el Estado Indonesio durante más de 50 años y, por si fuera poco — esto es dramático — exigir la independencia de Papúa Occidental.


La tragicomedia: En 2011, después de muchos años de vivir como un ciudadano expatriado, en el ostracismo cultural y habituandose a una sociedad moderna, su casa es allanada por la policía británica y él es detenido por la Interpol.


La justificación judicial: Culpable de haber fraguado actos terroristas en edificios estatales de Indonesia donde murieron algunos elementos de seguridad pública de ese país asiático.


La ironía: El artículo tres de la constitución de la Interpol, dice: “Queda estrictamente prohibido a la organización que lleve a cabo cualquier intervención o actividad de carácter político, militar, religioso o racial.”


La oscura trama: El gobierno de Indonesia, al conocer el estatuto de este organismo de seguridad internacional, ideó maquiavélicamente una serie de procesos “legales” para incriminar a Benny Wenda con “delitos comunes” que estén fuera de estas actividades vetadas en la Interpol, tales como asesinato y falsificación de documentos oficiales, para así emitir una “alerta roja” a dicha institución en el Reino Unido y en los demás países afiliados, con el fin de extraditarlo y condenarlo por los supuestos crímenes que se le imputan.


Lo interesante es que la Interpol, al menos en su marco ético y diplomático internacional, no permite procedimientos legales que abusen de los derechos y libertades de los individuos perseguidos, más aún cuando estos emanan de regímenes totalitarios o políticamente represivos que diseñan cuestionables mecanismos judiciales a nivel internacional entre países miembros.


Me pregunto, ¿No es el mismo Reino Unido el que actualmente prohíbe la libertad de circulación y expresión a Julian Assange, complaciendo los intereses puramente políticos de Estados Unidos? ¿Acaso este procedimiento contra Assange no contradice el inciso número tres de la constitución de la Interpol? ¿No será por eso que Assange es incriminado por Estados Unidos con delitos comunes como violación, así como Indonesia inculpa a Wenda con el delito de homicidio?


Pero bueno, ese es otro tema. El asunto es que el Estado Indonesio se ha desgarrado las vestiduras aduciendo contra los cuatro vientos, que sus procedimientos son legítimos, cuando en realidad, lo que busca es neutralizar y callar el testimonio internacional de los crímenes y atrocidades cometidos por los gobiernos Indonesios desde 1963 hasta la actualidad, en contra de los papuanos de Papúa occidental.


Mientras tanto, Benny Wenda no descansa; desde su trinchera en internet en articulación con activistas, artistas y políticos del mundo, sus publicaciones en medios digitales y con su megáfono, — en cuya superficie ovalada está adherida la pegatina de la bandera Morning Star — moviliza diversas campañas solidarias que apoyan la libertad de su tierra natal, Papúa Occidental.


Este es Benny Wenda, un corazón que no descansa. Una voz en el desierto.


Publicado el 7 de septiembre de 2012 en blogger

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